Para los chicos
que integran la Fundación Pueblo Rugby en el barrio de Villa
Libertador el tercer tiempo es casi tan importante como el segundo,
aunque no se defina quien gana y quien pierde. Es el espacio donde
se encuentran y comparten un almuerzo con sus compañeros y
también con sus rivales que ya dejaron de serlo, después
que terminó el juego. “Por eso decidimos ponerle al documental
Tercer Tiempo”, dice Andrés Dunayevich, coordinador del
área de comunicación de la Fundación El Agora,
entidad que impulsó la realización del audiovisual que
se presentó el jueves pasado en el Cine Club Municipal Hugo
del Carril. El corto documental dirigido por Claudio Bertinetti y
producido por Luciana Bedini, refleja con una mirada polifónica,
la cocina de esta interesante iniciativa deportiva y solidaria que
se viene desarrollando hace dos años y medio en este populoso
barrio de la zona sur de nuestra ciudad. La presentación de
“Tercer Tiempo”, ya se había hecho el 9 de diciembre
en el marco de los festejos del 22 aniversario de la FM Sur de Villa
Libertador como gesto de agradecimiento a todo lo que el barrio les
brindó. Pero el lanzamiento oficial del corto-documental en
este espacio cultural, significó para muchos de los chicos
ingresar por primera vez a un cineclub y para algunos también,
la primera oportunidad de estar frente a una pantalla grande. La próxima
última presentación de este año, se realizará
el martes 21 de diciembre a las 20:30, en el Bar Maracuyá ubicado
en Avila y Zárate 2138, esquina Rafael Núñez,
Cerro de las Rosas.
Ponerse en los botines del otro
Mientras ingresaban a la sala, entusiasmados para no perderse ni
un detalle antes de que comience la función, Leonardo Bigi,
entrenador de la fundación Pueblo Rugby de Villa Libertador,
dice: “este documental es importante como herramienta educativa,
es una producción genuina, con muchísimas horas de
filmación que plasma la esencia del trabajo que hacemos con
los chicos y los padres. De no tener ningún tipo de aspiración,
los chicos pasaron a tener una luz en los ojos y eso se refleja
en el documental”, advierte. Bigi también agrega que
“Tercer Tiempo”, debería ser un disparador no
solo para los niños del barrio sino también para los
funcionarios vinculados a las áreas educativas. “Los
organismos estatales tienen que lanzarse de una vez a repicar en
forma sostenida acciones vinculadas con los sectores vulnerables
para ayudar a generar cambios verdaderos. Lo bueno del rugby es
que es un deporte inclusivo, no excluye a nadie, puede jugar el
gordito, el flaco, el alto, el petisito, porque cada fisonomía
engancha justo en cada lugar de juego”, señala.
Como ellos dicen en su jerga, es una batalla de caballeros, porque
se practica la nobleza y el respeto por el otro y fundamentalmente
por las decisiones que toma el árbitro. Andrés Dunayevich
también relata: “este deporte comenzó en Inglaterra
pero antes de ser elitista fue practicado por los obreros que salían
de la fábrica como forma de descargar tensiones”. La
templanza también se desarrolla en este deporte. “Tratamos
de trasmitirles esto de que nunca agachen la cabeza, de plasmar
el ánimo parejo en la derrota o en la victoria. Que no caigan
en la cultura visceral del llanto o en la culpa. Si se pierde, que
se hagan cargo. Tienen que aprender que nadie les va a regalar nada
y que ellos son protagonistas de su destino”, dice Bigi.
Si Leonardo es el padre del proyecto, la madre espiritual es Rosa
Minuet, una vecina que hace quince años vive en la “Casa
Violeta” ubicada en la cooperativa Arpeboch. “Al principio
cuando me enteré, pensé que era un deporte que iba
a generar más violencia aún. Pero me equivoqué,
el rugby les generó a los chicos disciplina y también
los ayudó a ser más respetuosos entre ellos y con
sus padres”, cuenta entusiasmada. Rosa, tiene ocho hijos y
el más chico, Alexis, de ocho años, también
juega al rugby. “Esta es mi casa, la de mi familia, la del
club y siempre está llena de gente”. Ella cuenta que
de lunes a lunes siempre hay chicos, que vienen a jugar al rugby.
“Los martes saben que las 18 tienen que estar acá,
porque llega el colectivo que los lleva a entrenar al campus de
la Universidad Católica. Pero hay algunos que llegan a las
cuatro de la tarde, me piden una guinda para jugar en la canchita
de la esquina, jugo o agua para tomar y hasta a veces tomamos unos
mates cuando llegan muy temprano”, relata.
“Es puro verso”.
Silvia Ledesma es mamá de Mauricio y Fernando Noriega y
confiesa: “al principio me pareció medio torpe este
deporte pero después me di cuenta que le hacía bien
a mis chicos, los veo contentos y cuando llegan a casa están
más tranquilos”. A su turno, Belén Ledesma,
hermana de Cristian, otro de los integrantes del equipo cuenta:
“ahora ocupa su tiempo en jugar y aprender algo en vez de
estar en la calle aprendiendo cosas que no le sirven. Antes no le
importaba nada, en cambio ahora se interesa más por la escuela”.
Juan Monzono (16), uno de los primeros alumnos que comenzaron a
jugar al rugby, dice: “me gustó como entrenaban y me
animé. Además acá hay más compañerismo
que en el fútbol porque tenemos tercer tiempo y después
que termina el juego nos vamos todos a comer un asado”, dice
entusiasmado. En tanto, Ivo Llanos (14), otro de los jugadores señala:
“yo antes jugaba al fútbol pero mis amigos jugaban
al rugby, así que probé, me pareció divertido
y empecé a jugar. Además me gusta porque viajamos
a otras provincias y conocemos otros chicos y clubes”. Por
último, Cristian Ledesma (13), también dice: “es
puro verso que el rugby es más fuerte que el fútbol,
porque no nos pegamos tanto como parece. Me gusta compartir con
mis amigos, me divierto y charlamos después de los partidos”.
Rosana Guerra.
La Voz del Interior
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