Artículo
publicado en la revista La Luciernaga - Córdoba - Argentina. Cuando Oscar me pidió
una colaboración para la Revista, me puso en un aprieto,
escribir un artículo sobre temas penales para La Luciérnaga
. Que paradoja , a quien la dirijo, a los chicos, a la policía,
a los automovilistas, a esas caras que transmiten pensamientos
casi audibles: "no les doy nada porque seguro que los manda
un adulto... son delincuentes... Anda a trabajar...(eso es lo
que quiero )... anda a estudiar, ( no pude) quedate en tu barrio...
este espacio público es nuestro, no de ustedes..." Los debates, académicos,
periodísticos, comunitarios sobre la inseguridad han llegado
a ser desesperantes. Pocas ideas, muchos prejuicios, pocas respuestas
para los reclamos reales de las víctimas y de los victimarios.
Frente a la multiplicación de conflictos, de comportamientos
violentos, frente a la inseguridad, sólo se ha privilegiado
una única forma de respuesta social, la más violenta,
la de la fuerza, la del derecho penal y la sanción penal.
Estas respuestas debieran ser el último recurso de una
serie de respuestas posibles.
Por el otro lado , quiero aclararles que no soy ingenua y no desconozco
que existe mucha violencia, que convivimos con agresiones cotidianas,
provocaciones , que se cometen muchos delitos, que deben ser sancionados.
Pero no toda la violencia es igual, existen distintos tipos de
violencia : callejera, en la casa, en la escuela,en el transporte.
Y no toda la violencia, necesita respuesta policial.
Y me pregunto cuan delictivo puede ser mi comportamiento , cuando
este fue aprendido de los seres queridos.
También quiero contarles que detrás de la violencia
que aparece, hay historias de vidas, que sería bueno tener
en cuenta a la hora de opinar sobre mano dura o prevención.
Podríamos contar muchas historias que nos muestran el revés
de la escena , y lo mas dramático es que estos protagonistas,
algunos muy jóvenes , víctimas de muchos comportamientos,
que están caracterizados en el código penal , no
dan ningún valor a su propia vida. Resulta evidente que
al sólo aumentar las facultades policiales, se persigue
un resultado efectista y la generación de un fuerte impacto
mediático, como herramienta para atacar la faz subjetiva
de la seguridad, es decir la sensación de inseguridad pero
no la comisión de delitos en si misma.
Ampliar los poderes policiales implica la concesión de
un ámbito de discrecionalidad ilimitado con los peligros
intrínsecos que esto conlleva (Estado policial, criminalización
de la pobreza, etc.).
Por supuesto que la idea de quienes sostienen esta posición
es crear un estado policial para los otros, no para nosotros.
El problema es que una vez que se ponen en marcha estos sistemas
represivos, nada garantiza que no se extiendan luego, no sólo
a los pobres marginales, sino también a la clase trabajadora
y más tarde a la clase media hasta abrazar toda la sociedad.
Me parece que esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de considerar
la posibilidad de aplicar este tipo de políticas.
Los índices de seguridad no mejorarán con leyes
mas duras, a lo sumo aumentaran las cárceles; y comparto
con Loic Wacquant que lo que crece es el Estado Penal mientras
se achica el Estado Social.
..."siento que hay discriminación en mi barrio.La
policía nos discrimina, nos miran mal.Todos los días
nos paran... cuando vamos al centro de capacitación que
es nocturno, hay chicos que ya no quieren ir porque la policía
nos para. Somos distintos, nos vestimos, nos vemos distintos,
nos ven distintos"...
"van muchas veces que me agarran porque si, no se que me
ven, me guardan horas en la comisaria. El otro día iba
a trabajar y me retuvieron como cinco horas, pero los otros días
me asaltaron o me quisieron patotear y no estaban cuando yo necesitaba
que me cuidaran..."*
Cuando empezamos a pensar en términos de ellos y nosotros,
crece la desigualdad, la exclusión y la violencia como
reacción contra la exclusión. Es necesario que tengamos
una comprensión solidaria del problema.
¿no nos importa que los medios para reducir la criminalidad
minen los principios democráticos sobre los que se basa
la sociedad?
La urgencia y la desesperación no nos autoriza a dar respuestas
rápidas, erradas, costosas, que no tienen nada que ver
con el problema real. No podemos imponer
un modelo de prevención , pero si responsabilizar a cada
uno en su nivel. Nadie se debe lavar las manos. El mejor nivel
para pre-ocuparse por la prevención de la violencia es
aquel donde uno está. El peor daño es el de hacer
recaer la prevención en un solo nivel de intervención,
como lo es el sistema penal. La prevención
tiene que operar sobre los factores de riesgo, es decir reforzar
los factores de protección como son la educación,
la autoestima, la capacidad de resolver los problemas por fuera
de la violencia, la oferta de posibilidades de reparación
, la ayuda a los agresores. Es necesario tener un régimen
alternativo de penas, cuya ejecución sea creíble,
con el compromiso de todos asi como la intervención en
el mercado de armas y drogas que parece estar protegido y seguro
y del que no parecen estar excluidos los chicos. La represión
también debe servir, pero eficazmente y no transformarse
en un instrumento de reproducción y agravamiento de los
problemas.
La represión tiene sus limites, muchos de ellos financieros,
por lo que es imprescindible una perspectiva de equilibrio entre
prevención y represión. Cada una tiene campos precisos
de acción. Una no puede reemplazar a la otra, ni paliar
la ausencia de la otra.
Debemos aclarar, para los economistas, que la inversión
en represión es mucho mas costosa en sentido económico
así como humana, que la prevención que es una inversión
de gran rentabilidad humana con muy bajo costo, siendo a veces
una simple redistribución de recursos. La prevención
no es algo obvio que nos es dado naturalmente, requiere de medidas
voluntarias, explícitas, financiadas, cercanas a la vida
cotidiana. La prevención merece ser debatida democráticamente,
porque a veces algunas propuestas pueden llegar a ser riesgosas
para las libertades.
Un pilar de la respuesta civil es el aporte de soluciones de convivencia
en los conflictos: mediación, conciliación, transacciones,
compromisos de hacer o de dejar de hacer, reparaciones, y otras
posibles opciones que pueden ser gerenciadas por organizaciones
barriales, policías, agentes mediadores...
Es importante que muchas de estas experiencias dejen de ser marginalmente
simpáticas, y pasen a ocupar alguna centralidad, e integración
en un proyecto colectivo.
¿Para quien escribo? ¿Para compradores o para los
vendedores? ¿ellos o nosotros.? pienso que La Revista es
un puente que nos permite comunicarnos y muchos de los puentes
se establecen en los espacios públicos, en la calle dialogando
, encontrándonos, recreándonos y sobretodo respetándonos.
La peor separación entre ellos y nosotros consiste en que
no solo los
dolores son intransmisibles, sino también las alegrías.
Tambien en El Agora hemos propiciado y creemos que es una buena
practica el encuentro entre jóvenes, policías, penalistas,
jueces, educadores, periodistas, chicos con muchas dificultades,
intentando darle diferentes miradas al tema de la seguridad que
nos permitan encontrar nuevas estrategias para la acción
ciudadana en un contexto democrático que genere propuestas
como consecuencia de asumir a la seguridad como un bien común,
además de un derecho fundamental. Claudia Laub, Asociación
El Agora.
* extraído de un dialogo publico de jóvenes organizado
por El Agora
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