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Entonces, ¿cómo pensar esta problemática en un
país que tiene altos índices de pobreza?
- Hay que diferenciar la seguridad del delito. Delito tiene que ver con
el Código Penal, con lo prohibido como conducta ilegítima;
y cuando hablamos de delito, tenemos que hablar de la cárcel,
de la justicia y de los policías. Y este triángulo del
que hablo ha fracasado, y tenemos que analizar y ver cómo resolvemos
el problema.
Por el otro lado, tenemos el problema de la pobreza donde más
de la mitad de la población está con grandes problemas
de inseguridad. Para abordar este tema tenemos que hablar de una palabra
que resulta trillada y que es: “incluir” a la gente. Si alguien está fuera
del sistema debemos incluirlo, nuestras instituciones tienen que ser
inclusivas: nuestra escuela, nuestra policía, nuestros hospitales. Ése
es el gran debate: cuestionarnos si en este momento la gran mayoría
puede acceder a la escuela o al hospital.
- ¿Cuáles, en su opinión, serían las puntas
para empezar a delinear una política pública que tienda
a solucionar esta problemática?
- Yo creo que la política pública debe tender a la inclusión
en las instituciones. Básicamente, la herramienta de inclusión
es el trabajo.
Históricamente, el trabajo como concepción era el que más
incluía a la gente, daba un lugar para compartir, una obra social
y grandes beneficios sociales. Hoy en día eso no lo tenemos o
es muy precario, entonces la primera política pública debe
ser crear fuentes de trabajo porque por el trabajo uno accede también
a la educación, a la salud y demás.
Por otro lado, también puedo hablar de una política criminal.
Eso es otra cosa. Entonces sí debería existir una reforma
policial, una reforma judicial, una reforma carcelaria porque esas tres
cosas hoy no funcionan. Pero, lo que hoy en día se demanda como
“leyes más duras” y pide más cárceles es una política
pública que no incluye al futuro. Nosotros somos una sociedad
que no admitimos el futuro. Tengo una mala noticia: cualquier cosa que
hagamos no va a resolver el problema hoy, son temas tan complejos que
sólo se van a resolver si empezamos a caminar hacia un futuro.
Pensemos en un ejemplo ambientalista: el que plantó árboles
hace cien años no vio nada de lo que estaba haciendo, plantó para
otra generación; hoy nos toca a nosotros ponernos a trabajar para
un futuro. En el presente podemos hacer algunas negociaciones para disminuir
el grado de violencia o sanear algunas cosas; pero si no tenemos buenos
puestos de trabajo que no sean tan precarios nada se va a solucionar.
Yo creo que los frutos se verán de acá a 15 años.
Creo que la idea es construir futuro.
-
En esta política pública a construir, ¿qué lugar
le cabe al Estado y cómo debe participar la ciudadanía?
- Yo creo que el Estado y la participación ciudadana se construyen
juntos Pero sí necesitamos más Estado para esta construcción,
sobre todo por el momento que estamos atravesando de tanta dificultad
y tanta fragmentación social.
El Estado con la gente participando y controlando esas decisiones debe
ser un aprendizaje Creo que hay que redescubrir –aunque parezca una mala
palabra– la política. La gran ausencia es esta práctica;
tenemos que encontrar una forma de manifestarnos y participar, pero estamos
en una contradicción porque sentimos mucho enojo con los políticos
y dejamos el lugar vacío...
Lo que nosotros tenemos que hacer es apropiarnos de la política
porque es el instrumento mejor diseñado para la democracia.
- ¿Ud. cree que este pedido público de “leyes más
duras” podría derivar en una intolerancia parecida a la de Brasil,
donde para mayor seguridad urbana tenían la idea de construir
muros alrededor de las favelas?
- Creo que esa intolerancia es producto de que no encontramos respuestas,
entonces nos volvemos más intolerantes y buscamos soluciones mágicas.
Porque en realidad las leyes más duras son soluciones mágicas
y no han dado resultado en ninguna parte del mundo.
Creo que sobre esto hay mucho para pensar si no entendemos las lógicas
de las mafias y del gran encubrimiento de la corrupción y si creemos
que con un muro podemos separar a los corruptos de los no corruptos.
En ese caso lo que haríamos es separar a pobres de ricos, pero
tampoco funciona; la “solución” habitacional de construir muros
alrededor de la propiedad privada no me parece el mejor sistema. Aunque
comprendo que desde el miedo uno invente muros, me parece que debemos
derribarlos.
Mi propuesta sería tirar abajo todos los muros para que en el
espacio público podamos estar todos, no los “buenos” o los “malos”.
La idea es comprender un poquito qué le está pasando a
quien creemos la persona que va contra nuestros intereses y creo que
ahora nos equivocamos. No hablo de una equivocación a título
individual pues hay que comprender a la persona víctima de violencia
y esa persona va a hablar desde el dolor privado que le han ocasionado;
pero ese sentimiento no es el que genera una política pública.
Las políticas públicas no se construyen desde un golpe
privado, no es así... no con leyes más duras, ni con muros…
eso es necio porque está demostrado que no ha dado resultado.