Entrevista a Claudia Laub
“No hay que refundar el sistema republicano. Sólo hacerlo bien.”

Claudia Laub es Coordinadora del Área de Seguridad Urbana en la Asociación El Ágora de Córdoba. Hoy, ante la importancia mediática y también cotidiana que ha adquirido la problemática de la inseguridad y el delito en Argentina, COLSECOR Revista dialogó exclusivamente con esta intelectual cordobesa sobre las implicancias del actual debate público.
En su discurso, puso énfasis sobre la necesidad de entender que la inseguridad no es un hecho delictivo determinado, sino un conflicto social complejo que pone en tela de juicio la relación entre los individuos y sus instituciones sociales.
Además, la investigadora se aleja de las soluciones facilistas e indaga sobre cómo se articula el incremento de la pobreza y la desocupación con la inseguridad ciudadana.

- A partir del aumento del delito y, sobre todo, ante la importancia que el caso Blumberg ha tenido en los medios masivos, el tema de la seguridad es hoy una creciente preocupación en el debate público. ¿Cuál es su análisis de los argumentos de la opinión pública sobre este tema?
- Creo que hemos mezclado todo. El tema de la seguridad es un problema de política pública terriblemente complejo y la complejidad no se puede responder con simplicidad. Me parece que lo que está en el debate público es la búsqueda de respuestas a problemas no bien definidos.
Creo que el debate público actual no nos permite que hablemos de la pobreza. ¿Existe más inseguridad para una persona que no sabe si va comer o no; si va a ser echada de su precario trabajo mañana, si tiene frío, si tiene dificultades para acceder a un hospital?
Pero hoy eso no se está discutiendo cuando se habla de seguridad.

- Entonces, ¿cómo pensar esta problemática en un país que tiene altos índices de pobreza?
- Hay que diferenciar la seguridad del delito. Delito tiene que ver con el Código Penal, con lo prohibido como conducta ilegítima; y cuando hablamos de delito, tenemos que hablar de la cárcel, de la justicia y de los policías. Y este triángulo del que hablo ha fracasado, y tenemos que analizar y ver cómo resolvemos el problema.
Por el otro lado, tenemos el problema de la pobreza donde más de la mitad de la población está con grandes problemas de inseguridad. Para abordar este tema tenemos que hablar de una palabra que resulta trillada y que es: “incluir” a la gente. Si alguien está fuera del sistema debemos incluirlo, nuestras instituciones tienen que ser inclusivas: nuestra escuela, nuestra policía, nuestros hospitales. Ése es el gran debate: cuestionarnos si en este momento la gran mayoría puede acceder a la escuela o al hospital.

- ¿Cuáles, en su opinión, serían las puntas para empezar a delinear una política pública que tienda a solucionar esta problemática?
- Yo creo que la política pública debe tender a la inclusión en las instituciones. Básicamente, la herramienta de inclusión es el trabajo.
Históricamente, el trabajo como concepción era el que más incluía a la gente, daba un lugar para compartir, una obra social y grandes beneficios sociales. Hoy en día eso no lo tenemos o es muy precario, entonces la primera política pública debe ser crear fuentes de trabajo porque por el trabajo uno accede también a la educación, a la salud y demás.
Por otro lado, también puedo hablar de una política criminal. Eso es otra cosa. Entonces sí debería existir una reforma policial, una reforma judicial, una reforma carcelaria porque esas tres cosas hoy no funcionan. Pero, lo que hoy en día se demanda como “leyes más duras” y pide más cárceles es una política pública que no incluye al futuro. Nosotros somos una sociedad que no admitimos el futuro. Tengo una mala noticia: cualquier cosa que hagamos no va a resolver el problema hoy, son temas tan complejos que sólo se van a resolver si empezamos a caminar hacia un futuro.
Pensemos en un ejemplo ambientalista: el que plantó árboles hace cien años no vio nada de lo que estaba haciendo, plantó para otra generación; hoy nos toca a nosotros ponernos a trabajar para un futuro. En el presente podemos hacer algunas negociaciones para disminuir el grado de violencia o sanear algunas cosas; pero si no tenemos buenos puestos de trabajo que no sean tan precarios nada se va a solucionar.
Yo creo que los frutos se verán de acá a 15 años. Creo que la idea es construir futuro.

- En esta política pública a construir, ¿qué lugar le cabe al Estado y cómo debe participar la ciudadanía?
- Yo creo que el Estado y la participación ciudadana se construyen juntos Pero sí necesitamos más Estado para esta construcción, sobre todo por el momento que estamos atravesando de tanta dificultad y tanta fragmentación social.
El Estado con la gente participando y controlando esas decisiones debe ser un aprendizaje Creo que hay que redescubrir –aunque parezca una mala palabra– la política. La gran ausencia es esta práctica; tenemos que encontrar una forma de manifestarnos y participar, pero estamos en una contradicción porque sentimos mucho enojo con los políticos y dejamos el lugar vacío...
Lo que nosotros tenemos que hacer es apropiarnos de la política porque es el instrumento mejor diseñado para la democracia.

- ¿Ud. cree que este pedido público de “leyes más duras” podría derivar en una intolerancia parecida a la de Brasil, donde para mayor seguridad urbana tenían la idea de construir muros alrededor de las favelas?
- Creo que esa intolerancia es producto de que no encontramos respuestas, entonces nos volvemos más intolerantes y buscamos soluciones mágicas. Porque en realidad las leyes más duras son soluciones mágicas y no han dado resultado en ninguna parte del mundo.
Creo que sobre esto hay mucho para pensar si no entendemos las lógicas de las mafias y del gran encubrimiento de la corrupción y si creemos que con un muro podemos separar a los corruptos de los no corruptos. En ese caso lo que haríamos es separar a pobres de ricos, pero tampoco funciona; la “solución” habitacional de construir muros alrededor de la propiedad privada no me parece el mejor sistema. Aunque comprendo que desde el miedo uno invente muros, me parece que debemos derribarlos.
Mi propuesta sería tirar abajo todos los muros para que en el espacio público podamos estar todos, no los “buenos” o los “malos”. La idea es comprender un poquito qué le está pasando a quien creemos la persona que va contra nuestros intereses y creo que ahora nos equivocamos. No hablo de una equivocación a título individual pues hay que comprender a la persona víctima de violencia y esa persona va a hablar desde el dolor privado que le han ocasionado; pero ese sentimiento no es el que genera una política pública. Las políticas públicas no se construyen desde un golpe privado, no es así... no con leyes más duras, ni con muros… eso es necio porque está demostrado que no ha dado resultado.