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Se imaginan ver una película hecha por ustedes mismos?", les dijo la "seño" Daniela a sus alumnos de tercer grado, que revoleaban los ojos y cuchicheaban incrédulos. Insistió: "¿Les gustaría hacer una sobre sus derechos? ¿Saben cuales son?".
Los chicos saltaron disparados de sus sillas, para gritar al unísono con las manos levantadas: "¡Sí!". De esta manera, palabras más, palabras menos, algunas maestras de las escuelas cordobesas "Héctor Valdivielso" y "Juan Mantovani" (de contextos socioculturales bien diversos) tomaban la posta en la continuidad de una experiencia audiovisual que ya lleva involucrados a tres continentes con la misma consigna.
El proyecto cuenta con el financiamiento de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y el Cine Club Municipal Hugo del Carril y con el apoyo de la Asociación Civil El Agora y la Fundación Kine.
"QUE DIGAN COMO QUIERAN"
Durante una sucesión de sábados, las docentes cordobesas que fueron invitadas a formar parte de la iniciativa realizaron un taller intensivo que les procuró las herramientas metodológicas para monitorear las distintas fases de producción de un videominuto. Quien tuvo la responsabilidad de impartirlo fue Isabel Marcón (vinculada a Kine, con dilatada experiencia en el taller de cine popular "El Pibe", de Santa Fe): "Soy docente y, como tal, me hacía una pregunta: ¿por qué el lenguaje audiovisual, tan presente en la vida de todos, esta casi ausente en la escuela? Supongo que se cree que 'lo audiovisual' va en detrimento de la alfabetización. Para muchos, la imagen sigue siendo una 'perdición’... Bueno, yo opino que se debe valorar lo discursivo de la imagen y el sonido, y hay que hacerlo de dos maneras: con un uso curricular y como objeto de estudio".
Las asistentes que adhirieron a la experiencia coinciden en que la presencia de los nuevos lenguajes no debe ser aislada y debe concatenar espontáneamente diversas áreas. Al respecto. Marcón enfatiza el rol de los docentes: "Los chicos no tienen que verse obligados a participar en esto. Los docentes tienen un lugar clave, que seña el de 'facilitadores' para que los mismos chicos hagan de la experiencia una creación genuino. Hay que dejar que los chicos digan como quieran, con sus códigos, sus expresiones .y sus valores. .. Y lo fundamental es poner el énfasis no tanto en el producto como en el proceso. Se trata de que ellos se apropien de un lenguaje y se den cuenta de que sólo se aprende haciéndolo".
En los encuentros sabatinos, se explicitaron los pasos a seguir para la implementación en las aulas del proyecto de Unicef y compañía. Isabel Marcón aclara: "Se empieza por construir una
situación argumenta!, con espacio, tíempo y acción, y también se caracteriza a los personajes. Esto dará las pautas para elaborar el guión. Cuando ya logramos escribir la idea, pasamos a la definición de cuadros, planos, puntos de vista, etcétera.
Al llegar a la etapa de producción, ya tenemos que tener definidas las locaciones, personajes, vestuarios y, fundamentalmente, los roles que cada chico deberá asumir.
Lo verdaderamente importante es hacer tomar conciencia de que todo rol tiene un valor y que nadie puede tomar solo las decisiones. Apuntamos a que el producto final sea el resultado de una óptima cooperación, placentera y muy disfrutable".
Después, se proyectaron los cortos ya efectuados en otras provincias, que circulan en la llamada "Mochila Audiovisual". Al respecto, Gabriela Borioli (responsable del ciclo de "Cine y derechos humanos" y coordinadora por parte del Cine Club Municipal de esta experiencia) presenta con énfasis a Serapio, un ya célebre trabajo de animación hecho por chicos jujeños. Dice Gabriela: "Empezamos a pasar los videomínuíos al comienzo de las Junciones de los ciclos del Cine Club. Y cuando no ponemos Serapio, la gente se levanta de las butacas y le golpea la puerta a los programadores para preguntarles qué pasa. ¡Eso es lo que se llama un corto de culto!'".
¡TANTO EN UN MINUTO!
Los chicos de la escuela "Héctor Valdivielso", de Malvinas Argentinas (en el Gran Córboba), viven en un permanente alboroto, que creció cuando empezaron a circular por el aula de tercer grado cámaras, micrófono con jirafa, claqueta, voluntarios del Cine Club y addemás parafernalia audiovisual. Una especie de fascinación colectiva los hizo entrar en el frenesí de contar sus historias, garabateando frases que desnudaban las carencias o el anhelo de si derechos como infantes.
Una de las maestras introductorias del proyecto, Gisela Yammal, comenta: "Esta escuela esta particularmente unida a la realidad del barrio, que es no sólo de pobreza material sino de exclusión… Esto que estamos viviendo con la realización de los videos se siente como una esperanza para el cambio.
Es un espado que se abre socíocomunitariamente para toda la familia. Nosotros ya teníamos Piedra Libre, un espacio para motivar y estimular a los chicos a expresarse en distintos lenguajes. Todo lo que hagamos al respecto suma, y convierte a la escuela en la voz del barrio. Aquí, la escuela es una productora de cambios".
Se armaron diferentes grupitos. Los chicos optaron por representar un derecho; cada cual definió la característica, estética y locación del corto. Y fue Támara Barrera, de 8 años, la que más precozmente logró explicitar una situación para dramatizar. Dijo, mostrando sus dibujos: "Lo que más nos molesta y nos hace pelear es que nos pongan apodos. |
En este grado está el 'cieguito', el 'renguito', la 'piojosa', 'viejita sin dientes, y así se llega a la violencia. En el video vamos a contar que unos chicos están jugando a la pelota y se gritan cosas, como 'enano chupa tierra', se pegan trompadas, y viene la seño a separarlos y decirles que cada uno tiene su nombre y que tiene derecho a que se lo llame por ese nombre...
¡Se puede contar tanto en un minuto.'".
Mario Burgos es profesor de música. Contagiado por este hecho audiovisual, decidió, junto a un puñado de chicos melómanos, realizar una suerte de videoclip. Lo cuenta con entusiasmo: "Los chicos, cuando crean, levantan su autoestima, y esto es mucho aquí, donde la autoestima baja es la bofetada que reciben permanentemente. Está bueno esto de hacer un video colectivo, porque el código que los chicos tienen incorporado es el de la imposición, y aquí se les propone una experiencia democrática, en que hay un orden pero sin autoritarismo". Suenan tamboriles caseros, nautas destempladas y la guitarra de Facundo Ríos, de 9 años, acompañando la canción que protagonizará el video: "Había una vez-pum-pum-pum: una plaza muy chiquita y bonita a la que los chicos iban a jugar-pum-pum-pum, y una nena muy pequeña a la que no la dejaron jugar... y se fue a su casa, triste, a llorar... ¡Che, hagamos dos corcheas y una negra!". HASTA LOS VERDES TIENEN DERECHO
La llaman "La Mantovani". Está ubicada en Villa Belgrano, uno de los barrios residenciales, de clase media "para arriba", de Córdoba capital. Es la otra escuela en la que se apostó fuerte a construir espacios de creación colectiva, más allá de lo estrictamente curricular. Su directora, Janet Saltanovich, apoyó incondicionalmente la realización de los cortos (de hecho, llegó a ser actriz en uno de ellos). Cuenta Janet: "Nosotros, institucionalmente, el tema derechos humanos y convivencia ío tenemos como proyecto. Si a eso le sumamos lo audiovisual, es algo sumamente rico. La expectativa a futuro es que los maestros incorporen lo audiovisual y lo manejen técnicamente. A los chicos de esta escuela les resulta fácil hablar de los derechos de los 'niños pobres', pero cuando se los hace reflexionar sobre sus aeréenos, empiezan a darse cuenta de lo que les pasa y surgen otras cosas, por ejemplo: la falta de derecho a jugar o
la discriminación de algún tipo. En definitiva, también son chicos vulnerables, aunque en otro sentido".
"La seño Mana nos dijo que esto es como un 'picnic de la creatividad' -dice Ezequiel Vaccani, de 11 años-, dijo que hagamos en plastilina una historia para después Jamaría. El tema es que todos tenemos derechos humanos. Entonces, yo hice un hombre 'Alien', para demostrar que.
¡Hasta los verdes tienen derecho!"
"Me gustó la idea, aunque al principio me pareció raro -confiesa, risueña, Catalina Di Pascuale Empezamos a hablar sobre los derechos y cómo se iban hacer los videos, y ahí me di cuenta de que yo quería actuar... En mi grupo, la historia es de unas chicas que discriminan a otra por su apariencia, hasta que se dan cuenta de lo mal que hacen y se amigan”. "Yo quería hacer de 'cámara', pero él me la quitó." Natalia González, de 12 años, señala a un compañerito, pero sin rencor, porque encontró algo más: "Así que me decidí a actuar. Voy a ser madre de la protagonista, una nena que es hija de desaparecidos. Se la ve feliz en una plaza, jugando, y aparece un cartel que dice: 'Años atrás', y se ve una imagen de cuando secuestran a su mamá...".
Ignacio García tiene 11 años y, sus manos, un muñequito de plastilina que simula ser un camarógrafo. Cuenta: "La historia que elegimos es la un chico que insulta a una gorda, y la profe le enseña que no se debe discriminar. Termina bien, dándose la mano... Lo que más me gusta de estos videos es que... bueno, que no pensábamos que nosotros podíamos hacerlos. Esta re-bueno".
Redes de buenas prácticas
POR ANDRÉS DUNAYEVICH*
En El Agora, nos interesa identificar, dar visibilidad y promover la transferencia y el intercambio de Prácticas Sociales Innovadoras. Establecer lazos entre quienes desarrollan prácticas exitosas y quienes desean aprender de esas experiencias.
Por otro lado, la Fundación Kine, desde hace varios años viene realizando contactos con productores, cineastas, organizaciones juveniles que abordan problemáticas sociales mediante el lenguaje audiovisual.
A mediados de 2005, en la Feria del Desarrollo, en Buenos Aires, conocimos al joven equipo de Kine. Nos llamó profundamente la atención la calidad de lo que exponían, pero sobre todo su "Mochila Audiovisual" conformada por videos realizados por chicos y jóvenes. La mochila, diseñada especialmente para este fin, va acompañada por una guía pedagógica que viaja por distintas localidades de la Argentina, promoviendo valores cívicos, la diversidad cultural, los derechos del niño y el fomento de un mundo sin violencia.
Estos son precisamente algunos de los valores que compartimos entre la Fundación Kine y El Agora, y el proyecto "1 minuto por mis derechos" es un valioso canal de comunicación que promueve la participación y la construcción de espacios públicos, para reunirse, conocerse y socializar vivencias comunes El Agora es la plaza pública donde los antiguos griegos se juntaban a dialogar y a debatir, y al igual que la Fundación Kine y el Cine Club Municipal "Hugo del Carril; trabajamos fuerte y comprometidos con la consolidación de redes dentro de la sociedad civil, junto con sectores y asociaciones que compartan iguales objetivos y fines.
*Miembro del equipo técnico de la ONG El Agora. |